El asma es la enfermedad crónica más frecuente en los niños, que puede persistir o aparecer en la adolescencia y en los adultos de todo el mundo, la cual es causa de hospitalizaciones y pone en peligro la vida de los pacientes. Su prevalencia ha ido en aumento de forma alarmante en los últimos 20 años, a pesar de un mejor conocimiento de su historia natural, fisiopatología, genética y tratamiento. En el siglo pasado era considerada como una enfermedad de la vía respiratoria reversible por completo y se pensaba que su principal mecanismo patológico era la obstrucción bronquial, además del edema y la hipersecreción mucosa. En la actualidad, y a partir del decenio de 1990 se considera como «un proceso inflamatorio bronquial, crónico, de la vía aérea en el que muchas células como son los mastocitos, eosinófilos y células T, juegan un papel importante en individuos susceptibles». En cuanto a su etiología, cerca de 90% de los pacientes con asma, entre 2 y 16 años de edad son alérgicos y en los adultos cerca de 50%. Se sospecha cuando existen antecedentes familiares de atopia, exacerbación estacional o con la exposición a alergenos ambientales o del hogar y la existencia de rinitis alérgica en forma concomitante.